El Barça y el Marxismo

El Barça y el Marxismo

Pues sí, amigo lector. Después de analizar durante muchos años el comportamiento de la directiva y aficionados del F.C. Barcelona -y de sus infinitas terminales mediáticas- he llegado a la conclusión de que el club catalán y todo lo que le rodea es eminentemente marxista.

Sí, marxista. Pero no de Karl sino de Groucho y su maravillosa reflexión sobre los principios. Aunque no hay constancia documental de ello, se le atribuye al inolvidable actor esa mítica frase de “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Una auténtica declaración de intenciones que casa perfectamente con el comportamiento culé, especialmente con respecto a los árbitros durante estos últimos años.

Sin embargo, pocos ejercicios más descarados de caradura y desvergüenza sobre el arbitraje he podido encontrarme en mi ya larga trayectoria como aficionado al fútbol y, en general, al mundo del Deporte.

Ya sabemos cómo va esto

Resulta que el equipo más beneficiado por los arbitrajes durante los últimos 30 años, con un especial acento en la pasada campaña y en lo que llevamos de ésta, pone el grito en el cielo porque en apenas un par de partidos recibe unos arbitrajes mínimamente normales, con errores para ambos equipos y no sólo contra sus rivales.

Así pues, primero tuvimos que asistir al deplorable espectáculo de ver cómo salía el inefable Piqué, cuya jeta -más dura que el platino iridiado- sólo es comparable al del tamaño de su lengua, diciendo aquello que pasará a la historia de “Ya sabemos cómo va esto“.

Y todo porque en los octavos de final de la Copa del Rey, su árbitro de cámara, su “talismán” como llamaban en la prensa culé al ínclito Fernández Borbalán, dejó sin señalar un claro penalti a Neymar y el Barça acabó perdiendo por 2-1.

Olvidaba el central catalán que en ese partido el Athletic de Bilbao finalizó con dos jugadores menos, incluyendo a Raúl García, uno de los jugadores más sucios de España y que, curiosamente, nunca fue expulsado como futbolista del Atlético de Madrid. Y que el gol de Messi, de golpe franco, procede de una falta más que discutible sobre Neymar.

Y qué decir del esperpento que montó el mismo Piqué dirigiéndose al palco del renombrado Madrigal, hoy Estadio de la Cerámica, en Villarreal cuando, con toda la chulería que le sobra a este personaje -que es mucha- se dedicó a increpar al mismísimo responsable de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas que se encontraba viendo el partido.

Al parecer, el Barça se volvió a sentir más que perjudicado por una mano clarísima de Bruno en el área castellonense. Pero al igual que en su encuentro contra el Athletic, al “soci” , a su presidente y a la plantilla culé se les pasó por alto un pequeñísimo detalle, absolutamente sin importancia. Me refiero a una mano aún más clara y descarada de Mascherano en el área del Villarreal que el colegiado pasó por alto, tan solo un minuto más tarde que la del jugador castellonense.

A partir de ese momento, la infinita maquinaria propagandística culé empezó a escribir ríos de tinta sobre el empleo de la hasta entonces denostada tecnología y, en concreto, el Videoarbitraje (VAR) del que tanto se burló la prensa del Régimen, es decir, toda, cuando la FIFA empezó a usarla de forma experimental en el Mundial de Clubes de Japón, el pasado mes de dciiembre.

Claro, es que en aquella ocasión el beneficiado de aquella nueva operativa había sido el Real Madrid y entonces todo era mofa y befa sobre un sistema que venía a cargarse la salsa del fútbol, las tertulias y el pique entre aficiones tras una pésima actuación arbitral.

De hecho, no hace mucho, en vísperas del último Clásico, a finales del mes de noviembre, el mandamás de las televisiones y principal factótum de la corrupción mediática española como es el culé Jaume Roures, no tuvo empacho en posicionarse contrario al empleo de nuevas tecnologías.

Seguramente, previendo el atraco que se venía encima contra el Real Madrid (como así fue, por cierto), el empresario catalán afirmó textualmente, a preguntas de Juanma Castaño en su programa “El Partidazo de COPE”:

“No me parece que sea bueno. La salsa del fútbol tiene que ver con los errores que se cometen y que cometen los árbitros. La diferencia es que en general nosotros tenemos unos árbitros bastante flojos. Cuando un jugador falla mucho, lo sientan, pero a un árbitro que falla mucho no lo sientan”.

Estas declaraciones venían a colación de un posible gol fantasma de la Real Sociedad en Anoeta en su encuentro liguero contra la Real Sociedad contra el Barça, en el que además el árbitro Gil Manzano tuvo un triste protagonismo tras anular un gol absolutamente legal a Juanmi, que habría supuesto la derrota culé.

Pero aquello no fue nada comparado con la suerte de Apocalipsis, una especie de Armageddon mediático,sólo porque el Barça vio cómo el colegiado Hernández Hernández no dio por válido un disparo de Jordi Alba que entraba en el marco de Adán en el pasado Betis-Barça de Liga.

El gol, que entró claramente en la portería bética, ha despertado todas las iras de afición, directiva y sobre todo de la prensa del Régimen, bramando por el empleo urgente del VAR y de las tecnologías de línea de gol, en nuestr

Ahora resulta que esa tecnología, hasta ayer denostada y tomada a coña por la mayoría de los medios, especialmente los antimadridistas (es decir, todos) es de imprescindible aplicación y lo que era la salsa del fútbol ahora es motivo de preocupación ante la deficiente imagen que, como presunta mejor Liga del mundo, estamos dando al exterior.

Un giro copernicano en el discurso que, una vez más, la ingente maquinaria de propaganda nacionalbarcelonista, ha puesto en marcha aun en contra de sus propios principios, puestos de manifiesto sin ir más lejos apenas dos meses atrás.

La Copa del Rey y el nuevo cambio de principios

Sin embargo, y lo que son las cosas, en apenas unos días el aire ha vuelto a cambiar y de nuevo el Nacionalbarcelonismo, tanto de parte de su plantilla y directiva como, sobre todo, de sus infiinitas terminales mediáticas, ha modificado 180 grados su discurso.

El vil atraco, porque no tiene otro calificativo al que el árbitro cometió ante el Atlético de Madrid en el Nou Camp en la vuelta de las semifinales de Copa, ha producido un súbito abandono de ese afán de introducir la tecnología en el mundo del fútbol. Ya no hay que rearbitrar nada en monitores, los errores arbitrales vuelven a ser un acicate para entretener al populacho vil y alimentar las tertulias.

Un penalti de manual no señalado y un gol injustamente anulado, además de permitir hasta el extremo las marrullerías de muchos de sus jugadores, especialmente de Luis Suárez (que por fin fue expulsado tras 127 partidos en los que ha dado motivos para haber sido expulsado mucho antes) motivaron que esas discusiones bizantinas sobre el VAR y las nuevas tecnologías han vuelto al cajón, donde estaban desde siempre.

Por cierto, que este cambio de principios, ha sido muy acusado tanto en el mundo atlético como, sobre todo, en su entorno de periodistas de cámara -que los hay y son legión en el periodismo actual- Recuerdo cuando sistemáticamente era el Real Madrid el gravemente perjudicado por este tipo de arbitrajes (especialmente cuando se vivía aquel duopolio Madrid-Barça y la sobredosis de Clásicos) y cómo se mofaban de nosotros, llamándonos llorones y segundones, que eso de hablar de los árbitros era impropio de equipos grandes.

Recuerdo igualmente cómo se acusó al Madrid de atentar contra el fair play y la credibilidad de las instituciones deportivas, españolas y europeas, cuando en aquella inolvidable rueda de prensa del “¿Por qué?”, José Mourinho denunció públicamente el régimen de trato de favor a los culés que se vivía y contra el que nadie osaba protestar. Desgraciadamente, también recuerdo cómo le partieron la cara y cómo le trataron de destrozar profesionalmente por aquello…

Sin embargo, ahora estoy viendo que el marxismo grouchista no es patrimonio exclusivo del Barça. Héte aquí que el Atlético de Madrid, el maravilloso “Equipo del Pueblo”,  el equipo cuyo entrenador tuvo el tupé -por no referirme a otra parte más íntima de su anatomía- de acusar al Madrid de que tener cocinada a su favor una Liga “peligrosamente preparada”, ha sufrido recientemente en Copa un robo sólo comparable al que sufrió el Madrid en el Nou Camp en los cuartos de final de la Copa del Rey de 2012.

Pues bien, resulta que todos aquellos periodistas atléticos, sí, esos que se abrazaron al nacionalbarcelonismo y que se mofaron de Mourinho y, en general, del Madrid y jaleaban al ínclito Xavi Hernández cuando le pillaron con el micrófono abierto diciendo eso de “son la hostia, no saben perder”, ahora se rasgan las vestiduras porque les aprieta a ellos el zapato y el equipo de sus amores, aun habiendo triturado al Barça, se queda fuera de la Final de Copa por un infame arbitraje.

Sin duda, un ejercicio miserable de travestismo ideológico y del más puro marxista que recuerdo últimamente. Pero al menos espero que, aunqeu sea por una vez, sirva para abrirle los ojos a la gente, ya que al fin y al cabo, arrepentidos los quiere Dios…

El “marxismo” aplicado al juego

Por último, si analizamos el marxismo culé vemos que llega más lejos. Si algo caracteriza al Nacionalbarcelonismo, como fiel reflejo del sistema totalitario al que representa, es su afán por implantar el pensamiento único en todo lo que les afecta, sin que nada ni nadie ose oponerse.

De hecho, así estuvieron cuatro largos años, vendiéndonos que no había más verdad absoluta ni fútbol verdadero que el sistema de toque y toque, el rondo infinito y la maldita posesión.

Una mentalidad encarnada en aquella época por el Barça de Pep Guardiola (y en menor medida del difunto Tito Vilanova, q.e.p.d.), en la que el futbol directo de contragolpe, los latigazos arriba y el poderío ofensivo tras esperar atrás, encarnado entonces por ese portugués tan antipático e innombrable, ese anticristo del Deporte llamado José Mourinho, era poco menos que basura, impropia de un equipo del renombre y la fama del Real Madrid.

Pero resulta que llegó Luis Enrique al banquillo barcelonista y el asturiano fue abandonando ese juego, en ocasiones aburrido y anodino -que tocó fondo con el inefable Tata Martino- y apostó por un fútbol mucho más directo, de menos toque y de transiciones más rápidas, coronado con toneladas de acierto rematador cara a puerta.

Evidentemente, los apóstoles de aquel jogo bonito, de aquel fútbol de toque, quedaron como Cagancho en Almagro. Y es que el dilema era enorme porque había que seguir alabando al Barça, pues en eso basan sus líneas editoriales -como contrapunto a los palos que a diario dedican inmisericordemente al Real Madrid- y tenían, pues, que cambiar su discurso, pero de forma que no se notase demasiado.

Por tanto, y como en el caso del VAR y la aplicación de las nuevas tecnologías, volvieron a tirar del marxismo -insisto de Groucho, que no de Karl- y lo que hace apenas unos pocos años era poco menos que un fútbol ramplón e indecente, pasó a ser poco menos que la quintaesencia del balompié.

Evidentemente, y para que no se le vieran sus vergüenzas, los Maldinis, Segurolas, Marcos López, Angel Cappas y demás “hermanos mártires” de turno, tuvieron que inventarse increíbles giros lingüísticos para bajarese lentamente del caballo con el que habían aplastado todo atisbo de juego alternativo y subirse a otro, encarnado justo por el que ellos mismos habían denostado.

Por este motivo tuvieron que hacer un ejercicio de auténtico funambulismo dialéctico y pasaron a llamar “transiciones aceleradas” a los infectos contragolpes, “pases estratosféricos” a los pases largos (y que hasta hace dos días eran meros “pelotazos”) y a elogiar el “acierto rematador” y “puntería”, cuando eso mismo para otros era mera “pegada”.

El cinismo, elevado a la categoría de Arte

Sin embargo, este cinismo -que no es nuevo y que venimos viendo desde que llegó Luis Enrique al Barça en junio de 2014- ha alcanzado cotas de arte tras la citada semifinal de Copa del Rey entre el Barça y el Atlético de Madrid.

Una semifinal que, robo al margen, ha mostrado a uno de los peores Barças de los últimos años, dominado de forma abrumadora por el Atlético durante las dos vueltas pero al que la genialidad de sus estrellas y, sobre todo, su exagerado acierto rematador de sus figuras, Messi y Luis Suárez, permitieron seguir adelante a los culés en la competición del KO.

El Barça y el Marxismo

Este hecho no debería ser relevante y tomarse como un lance más del deporte, donde afortunadamente, no siempre gana el mejor ni tampoco el que más méritos hace por ganar.

El problema está en que estos que alaban ahora el acierto de las estrellas azulgranas y minimizan las limitaciones más que evidentes en su juego de conjunto, son los mismos que hasta anteayer (y no sólo con Mourinho sino con Ancelotti, Benítez y no te digo ya con Zidane), se han pasado la vida diciendo que el Real Madrid no tenía juego combinativo y que sólo vivía de sus individualidades y, por supuesto, de la maldita pegada. Por mucho que el club blanco necesite de dos y hasta tres veces más tiros a puerta para hacer la misma cantidad de goles que su eterno rival.

El descaro y la desvergüenza  de estos falsos gurús alcanzó cotas inimaginables al finalizar las semifinales de Copa, afirmando que eso de tirar tres o cuatro veces a puerta en 180 minutos y marcar tres goles, lejos de ser un desdoro, una basura, un indicativo de ser un mal equipo, era ahora digno de elogio. Y que lo mejor para ganar es tener a dos o tres jugadores que resuelvan sin problemas las oportunidades que se le presentan y que la victoria es lo único que cuenta.

Qué tiempos en los que lo importante era el juego, que eso de ganar estaba sobrevalorado y que lo importante era dejar el sello, la huella…el estilo innegociable, ¿verdad?

3 comentarios en «El Barça y el Marxismo»

  1. Como siempre mi estimado atinado,has definido el nacional barcelonismo en su máxima expresión si me gustaría algún día explicarte el nacional barcelonismo internacional en mi caso latino americano

Deja una respuesta