El terror

Último episodio de la cuarta temporada de la famosa serie televisiva “House of Cards”. Estados Unidos está en crisis: el país vive atenazado por la amenaza terrorista que supone la ICO (siglas en inglés de la Organización del Califato Islámico, clara referencia al Daesh). En período preelectoral para las eleciones de 2016, esta entidad se ha cobrado otra víctima. El presidente Francis Joseph Underwood (interpretado por Kevin Spacey), acompañado por la Primera Dama Claire Underwood (Robin Wright) observa los asesinatos por televisión sin mostrar emoción alguna, aunque una pequeño atisbo de curiosidad aflora en la figura del líder norteamericano. Plano largo; la cámara se acerca lentamente a la cabecera de la larga mesa donde se hallan sentados. Claire mira a su marido, que a su vez seriamente observa fijamente al espectador y dice “we don´t submit the terror”, y devolviendo el rostro a su esposa, con una hiératica sonrisa, completa “we make the terror”.

El terror

Cuando Asensio, en el último suspiro de partido, en un contradictorio golpeo alojaba la pelota en la portería de Buffon con un toque tan suave como brutal, se empezó a escuchar un cántico repetido por los cuatro puntos cardinales: “no va a acabar, no va a acabar, la dictadura del Real”. Habrá algún mediocre juntaletras, muy endiosado a sí mismo, que haga una lectura política interesada de este cántico (el bufón de Twitter, que presume de madridismo, hoy mismo describía al aficionado del Madrid diciendo “Misa, rayita de coca, Champions y a votar”, asociándolo con una determinada ideología y con una hipócrita forma de vivir la vida), pero lo que en realidad expresa es el sentimiento de invencibilidad que nos embarga a todos.

El Real Madrid acaba una temporada sobresaliente, sólo empañada por la derrota en Copa del Rey, y los rivales tiemblan. La portada de cierto diario deportivo de Barcelona, que hace escaso año y medio dirigía sus dardos hacia Zidane tildándolo de “parche”, ahora le titula como “histórico”. En Cardiff vimos como el acabado (permítanme el sarcasmo) Cristiano Ronaldo, destrozaba con dos goles a la mejor defensa de Europa, la misma que sólo había encajado tres goles en toda la competición, mientras que ese tronco de Casemiro, que recordemos, no es jugador para el Madrid, hacía saltar las ilusiones italianas por los aires con un cañonazo desde fuera del área. Claudican todos, y sólo pueden rendir pleitesía hacia el más grande de los clubes del mundo y de la historia.

El Madrid no ha jugado a hacer disfrutar a los aficionados. El Madrid salió a ganarse el apodo de “vikingos” que nos dio el Times de Londres tras la consecución de la quinta copa de Europa en 1960: “se pasea por Europa como antaño se paseaban los vikingos, arrasándolo todo a su paso”. Este año, lo que hemos visto ha sido un equipo implacable que no salía a hacer prisioneros, sino a dejar un reguero de sangre, lágrimas y sal. Sólo se dieron dos momentos de debilidad, contra el Celta en Copa y en ese Clásico en el que se echó de menos una falta táctica. Errore humanum est, y de los errores se aprende. Hace muchos años, gracias sean dadas a la diosa Cibeles, olvidamos la búsqueda de un método o de un estilo, porque al final sólo cuenta una cosa: la victoria, y tras la victoria, más victorias. La complacencia ha llevado a equipos históricos a estar luchando, en el mejor de los casos, por poder clasificarse a una competición europea cada año, con gabarras y neptunos que llevan lustros cogiendo polvo en el baúl de los recuerdos. En el fútbol, a pesar de lo que dicen muchos “pensadores” del balompié, sólo cuenta la victoria, porque si no hay resultados, puedes encontrarte descendiendo posiciones, descendiendo categorías y, finalmente, en el juzgado de lo mercantil más cercano solicitando la apertura del concurso de acreedores porque no ingresas lo suficiente para garantizar la viabilidad económica del club. Estoy seguro de que a más de un seguidor de más de un equipo histórico de este país le habría gustado jugar un poco peor a cambio de seguir hoy en Primera División con su club, en lugar de refundándolo.

Pero el camino a la victoria es un sendero tortuoso, lleno de giros y trampas. El Madrid también por su particular travesía por el desierto, con los seis años de caídas en octavos de final contra equipos de bajo nivel. El mismo Real Madrid, tras la inacabada presidencia de un inexperto abogado madrileño, se había convertido en un equipo que invitaba más a la conmiseración que al temor reverencial que se tiene al invicto, con una plantilla de llena de figurines y una situación institucional más convulsa que una torre de flanes en un huracán. Ahora no sólo nos dirige uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte, sino que asentamos las bases para que en un futuro no muy lejano continuemos la senda que hemos recorrido durante este 2017 (sólo quiero recordar quién ha sido el primer y último jugador en anotar en partido oficial).

No nos acostumbremos, pues los años difíciles siempre vuelven, y no siempre podremos repetir lo vivido desde 2009, pero tampoco seamos invadidos por el desánimo, porque el Madrid no es que vuelva siempre, es que siempre está ahí.
Eso es el Real Madrid. Eso somos nosotros. Nosotros no cedemos ante el terror. Nosotros creamos el Terror.


 

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