Mr. Chip tenía razón

Un frío silencio ha caído, como el invierno de Juego de Tronos, en numerosas redacciones. Todos los veranos, irónicamente, asistimos al mismo espectáculo lamentable: promesas de amor eterno incumplidas inesperadamente ante el primer fajo de billetes o anuncios de grandes estipendios a cambio de superestrellas que quedan en polvo; pero lo que ha sucedido este año con Neymar ha sido, o debería haber sido, la gota que colma el vaso de una prensa que se ríe del aficionado (y del que depende para vivir), así como de esos aprendices a periodistas deportivos que son los llamados “insiders”.

No voy a analizar la procedencia o improcedencia del traspaso del brasileño, o su amor por los colores de la zamarra azulgrana. Me da igual. Al fin y al cabo, soy seguidor del Real Madrid, pero sí me parece destacable la lección que hemos aprendido de todo este asunto y que trataré de analizar con la mayor objetividad posible, que por cierto, e igual que mi paciencia, es poca (pero a mí no me afecta un código deontológico casi tan vulnerado como la Declaración Universal de Derechos del Hombre en un gulag de Siberia en los años 50)

Mr. Chip

Aunque fue una de las piezas claves de la remontada del Barcelona ante el PSG, Neymar en un momento dado de la temporada pasada, decidió plantear su futuro vestido de azul y rojo, no del equipo de la Ciudad Condal, sino del club parisino. A pesar de lo que puedan decir esos juntaletras que vomitan sus incongruencias en columnas, cadenas de radio y programas de televisión, nunca sabremos qué momento fue ese (al menos hasta que el jugador, emulando a muchos de sus compañeros, decida contratar a alguien para que le escriba su “autobiografía”). Un tiempo después, los medios, primero, y a su cola, los “insiders”, se hicieron eco de ese supuesto interés por abandonar Can Barça.

Durante varias semanas fuimos bombardeados por bailes de cifras astronómicas, condiciones contractuales surrealistas, opiniones de “expertos” que variaban de una semana a otra, y lo más importante, exclusivas contradictorias que publicaban el mismo día distintos medios, teóricamente afines en su línea editorial. Posiblemente, la película tuvo su momento álgido el día 23 de julio, en el que apareció un tercer tipo de vendehumos: el “insider” que efectivamente está “inside” pero que parece que no se entera de Misa la media, y que adoptó la figura de cierto sobrevalorado central, más famoso por su falta de acierto en sus apariciones públicas que por calidad sobre el verde. Este tipo escribió la ya inmortal frase “se queda”, acompañada de una fotografía que no daba lugar a duda alguna sobre el contenido del mensaje y que, inmediatamente, afamados gurús del balompié patrio como Mr. Chip (conocido por confundir estadística con anecdotario gracias a unos datos tan estúpidos como inútiles) y David Bernabéu (que a pesar de su apellido, se dedica a lanzar la fatwa del odio contra todo lo que sea o parezca madridista desde la tribuna que le ofrece Mediaset) sufrieron una súbita iluminación espiritual que les llevó a usar términos como “el presidente de facto del Barça anuncia la continuidad de Neymar” o mi favorito “este tuit es HISTORIA. Marca el inicio de una nueva era. El día en el q Twitter llegó antes y más lejos que cualquier medio de comunicación” (se ha copiado literal, dejando su espantosa ortografía). Efectivamente, Twitter había llegado antes… tanto, que se pasó de frenada y se estampó contra el muro de hormigón del fondo de la curva y que lleva la palabra “realidad” escrita en letras grandes con pintura indeleble. La nueva era de la comunicación, la edad de oro del periodismo deportivo era esto: unos personajes que ya no necesitan ni el título de periodista para decir las tonterías que desde tiempos de José Mª García, más de uno ensalzado por él, sueltan estos señores desde los medios que se prestan a hacerles de altavoz (alguno, sostenido con nuestros impuestos).

Tampoco nos podemos olvidar del salvapatrias, ese que hace del odio al fútbol moderno su bandera y que no duda en confesarse seguidor de un determinado equipo, aún haciendo de su tercera cuenta de Twitter en medio mes (porque no le contratan en ningún sitio) una apología del rencor hacia aquél, y que ensalzó al futbolista antes mencionado en su intención de formar un medio objetivo e independiente, y que quedó en ridículo cuando su primera exclusiva cayó en saco roto al cabo de una semana.

Ahora, tras tener el fichaje de marras paralizado durante varias horas por obra y gracia de un presidente de la Liga que se autoproclama, sin potestad para ello, juez, fiscal, parte y verdugo del conjunto de Lutecia y de su realidad económica (hecho tampoco previsto por todos estas mentes preclaras que nos cuelan cada agosto sus “exclusivas”), el aficionado debería reflexionar sobre qué clase de producto periodístico quiere consumir: uno de una calidad mediocre basado en mentiras, medias verdades y humo que se vende a un euro en los kioskos, u otro de una calidad mediocre basado en mentiras, medias verdades y humo que se encuentra gratis en Twitter. El tal Mr. Chip tenía razón. Ese tuit hizo historia: mató la (muy escasa) credibilidad que le quedaba al periodismo deportivo español.


 

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