La Fosa de las Marianas

Dicen que la Fosa de las Marianas es la sima más profunda del mundo y sus 10.994 metros de profundidad asustan por su tamaño. Pues bien, una sima así no va a ser suficiente para albergar a todos aquellos que, desde diciembre habían venido vaticinando las siete plagas bíblicas para el Real Madrid ante el París Saint Germain.

Prácticamente, desde que se supo que nuestro rival en octavos de final de la Champions iba a ser el poderoso equipo francés, el antimadridismo español, encarnado en la prensa nacional, ardió ansiosa de ver un gran batacazo madridista,

Desgraciadamente, a esa ola se sumó también una parte nada desdeñable del Madridismo, en especial esa corriente de corte tuitero, agorero y negativo, que lleva sin comer caliente desde que en agosto se supo que Kylian Mbappé no jugaría en el Real Madrid.

Sus “viudas” se pasaron semanas, qué digo semanas, meses, vaticinando un desastre en forma de debacle blanca tanto en la ida como en la vuelta, dando por hecho que nuestro equipo, encarnado en Marcelo, Carvajal, Nacho y Ramos serían pasto tanto del frustrado fichaje madridista como de Neymar y Cavani.

Se nos hizo creer a pies juntillas que la Matanza de Texas iba a ser un bautizo, una especie de salida al campo de boy-scouts en comparación con el destrozo que la delantera parisina, por aquel entonces, el máximo candidato al titulo y el mejor equipo de la galaxia para esta gente (incluyendo la prensa y el madridismo), iba a producir en nuestra defensa.

Se habló entonces de goleadas históricas, de desastres sin paliativos, de debacles infernales y que, por supuesto, el Real Madrid no tendría ninguna posibilidad ante semejante máquina de generar fútbol y goles. Y que el Día de los Enamorados, fecha del primer partido, sería una fecha negra en nuestra historia, junto al Chorreo ante el Liverpool, el 2-6 ante el Barça o el mítico Alcorconazo.

Fueron meses soportando editoriales ofensivas, de tertulias antimadridistas en las que se hacían “porras” sobre el resultado final de la eliminatoria -con goles a favor del PSG, claro- pero sobre todo de toneladas de tweets con vídeos con veloces galopadas de Mbappé, con jugadas estratosféricas de Neymar y goles de Cavani, muchos de ellos publicados por madridistas, algunos ilustres.

Bajo la tacha de “oficialistas” por no creer en ese desastre, muchos madridistas tuvimos que aguantar toneladas de tweets y horas de podcasts -en especial con fondo de pizarra-  anegándonos con nombres de sustitutos para nuestros jugadores y, por descontado, para nuestro entrenador, al que muchos ya habían puesto en la frontera de Irún para incluso antes del encuentro.

El desastre que nunca llegó

Hete aquí que pasaron los meses y llegó el tan ansiado 14 de febrero y aquel partido, lejos de traernos el desastre vaticinado, nos dejó una brillantísima victoria del Real Madrid por 3-1 gracias, entre otras cosas, a una genialidad de Zidane que nos permitió remontar una eliminatoria que se nos puso cuesta arriba, mientras los agoreros se frotaban las manos y afilaban las uñas para bombardearnos con el consabido “¿Véis? Yo ya lo dije…”.

Sin embargo, aquella gran victoria no fue suficiente para esta gente que, inasequible al desaliento, se dedicó a echarle agua al vino y empañar la victoria, diciendo -eso sí, con razón- que aún no se había ganado nada, que la eliminatoria, por muy a favor que estuviese, todavía no se había cerrado y que faltaba la vuelta en el Parque de los Príncipes.

Pues bien, llegó el partido de vuelta. Se lloró amargamente por la lesión de Neymar (no tanto por las de Marcelo, Kroos y Modric, que por lo visto no eran importantes), se dio voz a los ultras, se animó la venida de una especie de “averno azul” en París, por si sonaba la flauta por casualidad y se animó al equipo francés a marcar dos goles. Una diferencia por supuesto salvable para un equipo tan potente como el PSG.

Lamentablemente para todos estos, el partido vivido ayer en el Parque de los Príncipes no obedeció al guión pactado y el Real Madrid realizó una encuentro memorable que sí pasará a la historia del club, aunque no como estos querían, porque no será a la historia negra como querían sino a la más gloriosa, merced al paseo militar que se pegaron los de Zidane en el coliseo parisino.

Inasequibles al desaliento

Desde ayer por la noche, y aunque solo sea por un tiempo, todos esos agoreros van camino de la cueva, con el rabo entre las piernas, si bien por distintos motivos.

Por un lado los antimadridistas, porque, una vez más, se quedan con tres palmos de narices puesto que el Real Madrid les ha vuelto a dar un baño de realidad y siguen sin enterarse de que a este equipo no se le debe dar por muerto tan pronto. Y menos aún en la Champions.

Por otro, los madridistas cenizos, negativos y catastrofistas, porque nada salió como esperaban y, desgraciadamente para ellos, Zidane seguirá de momento en el club, muy a su pesar, como seguirá Cristiano Ronaldo al que en enero querían vender, qué digo vender, regalar al mejor postor.

Y qué decir de Mbappé, al que estos esperaban para restregarnos por la cara el craso error que fue respetar la escala salarial y no ficharle, acabó siendo sustituido por Lass Diarrá, en un gesto absolutamente esclarecedor de lo tristes que fueron sus dos partidos.

Sin embargo, no penséis que esto ha acabado. Siendo como soy plenamente consciente de que esto no ha sido más que un paso -importante eso sí pero solo un paso- de cara a la consecución de la Decimotercera, ya están vaticinando que el desastre volverá, pero en los cuartos de final.

Ya están oyéndose voces adelantando una nueva debacle, sea quien sea el rival que nos toque la próxima semana en el bombo del sorteo y que, lejos de desear que nos toque un rival fácil para encauzar de forma más sencilla el pase a la semifinal, arden en deseos de que nos toque un Bayern de Munich o un Manchester City para cargarse de razones y tener más cerca su ansiado deseo de ver cómo los nuestros se estrellan finalmente.

Pero a todos estos, especialmente a los madridistas agoreros, que esperan que llegue por fin el Apocalipsis blanco y todo se caiga abajo, que no sufran, al menos innecesariamente.

Porque Europa es nuestra casa, la Champions nuestra competición y pase lo que pase, no veremos esa ansiada debacle porque nuestro ADN ganador hará que, al menos, lucharemos hasta el final y que, dado que esto es deporte al fin y al cabo, se podrá ganar o perder  pero nunca sin dar la cara.

Por último, me gustaría atreverme a hacerles una petición, sobre todo a los nuestros que  están en la cueva rumiando su fracaso. Y es que nos permitan disfrutar de este importante logro siquiera unas horas. Que para vaticinar el desastre y aguarnos la fiesta ya está la prensa y que, ya que no van a animar, que al menos no nos amarguen la vida…

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