Queen: Mexico 1981

Dicen las malas lenguas que, si no la peor, una de las peores giras de la historia fue la que protagonizaron los británicos Queen en México en 1981: Escenarios que se caían a pedazos; intentos de estafar a los integrantes de la banda en la aduana por parte de las autoridades; comida podrida en los camerinos; agresiones a su bajista, John Deacon, y un público excesivamente bebido hicieron de la gira un “infierno”, tal y como lo definió el batería del grupo Roger Taylor.

Parece que el sucesor del ínclito Villar, en su particular duelo por la historia (por ver quién es el dirigente más incapaz del fútbol español), ha decidido emular al tipo que firmó el tour de 1981 y llevarse la Supercopa de España a dar una vuelta por ahí. En principio, y según las mentes preclaras del mundo de internet, el que suscribe debería estar dando palmas con las orejas, ya que el nuevo formato va a permitir al Real Madrid jugar la competición. Aun considerándolo un premio inmerecido por una temporada en la que el Barcelona ha ganado el campeonato liguero, no por méritos propios sino por incomparecencia del rival, cabe preguntarse qué busca el señor presidente de la RFEF con estos cambios.

No estoy diciendo que la Supercopa se vaya a jugar en las pésimas condiciones en las que Queen tocó en 1981 (sólo faltaría eso), pero el hecho de que las sedes se vayan a alejar del aficionado, impidiendo a los seguidores de los equipos gozar en vivo y en directo del primer torneo del año, a ciudades que pueden ser o el colmo de la tecnología y del amor al fútbol o un erial que bombardeaban hace dos semanas (y aquí que cada cual meta la ciudad que se le venga a la cabeza), no parece ser la mejor solución para devolver el público a los estadios.

Hay que decirlo directamente: Luis Rubiales es un hipócrita. No lo tomen como un insulto gratuito. Prometió devolver el fútbol al aficionado y su primera decisión de calado (perdón, segunda, la primera fue dinamitar la Selección Española de Fútbol con su esperpéntica gestión del fichaje de Julen Lopetegui por el Madrid) fue la astracanada de la Supercopa de España en Marruecos, cruce de declaraciones y Whatsapps fantasmas mediante. No vamos a entrar en las innumerables contradicciones que se podían encontrar en las explicaciones del antiguo dirigente de la AFE, porque es un artículo de opinión y no una saga de un grosor similar a “Canción de Hielo y Fuego”.

Al final la cosa queda con una especie de Final a cuatro, en una ciudad desconocida, que no ha contado con la posibilidad de que un equipo haga doblete y para la que han tenido que inventar un criterio casi tan artificial como el del coeficiente de los descensos en el fútbol argentino. Aún no sabemos si la entidad que este señor preside va a compensar a los clubes por la lógica pérdida de ingresos o a los abonados que, por el mismo precio, podrán disfrutar de menos fútbol al año. La RFEF es una monarquía absoluta, en la que todo cambia en función del humor del que se levante el canario.

No sólo eso. Tal y como publican varios medios mientras se redactan estas líneas, este tipo ha reconocido que la Supercopa en Arabia Saudí es “una opción”. Al margen de lo bien que está blanquear dictaduras religiosas que niegan (o mejor dicho, pisotean con alegría) los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI, ¿alguien me puede explicar cómo se devuelve el fútbol al aficionado llevando la Supercopa a un país sin tradición futbolística alguna?

O alguien miente o los seguidores del fútbol español somos gilipollas. Posiblemente eso merezcamos: Un presidente de la RFEF que nos trate como gilipollas, para así clavar los últimos clavos en el ataúd del modelo europeo de gestión y emigrar de una vez al modelo americano.

Por cierto, Queen no volvió a tocar en México.

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