Un mediapunta en el Calderón

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El Real Madrid de Zinedine Zidane consiguió ayer lo que ningún conjunto lograba desde el 24 de Mayo de 2014, el día de la Décima. Mayor aún es la hazaña si vemos que el resultado fue en el Vicente Calderón, donde esa diferencia no se ha dado desde aquel 1-4 en la última Liga que gano el equipo dirigido bajo el mando de José Mourinho. Buen precedente.

La clave de esta victoria se basó en tres grandes razones: En primer lugar la subida de nivel que da el conjunto blanco en el plano defensivo desde que llegó Zidane cada vez que se mide a un equipo TOP europeo, en segundo lugar el mejor partido de Cristiano Ronaldo desde el Clásico de la temporada pasada, y en tercer lugar la posición de Isco Alarcón, que hizo lo que quiso, cuando quiso y como quiso.

Y es que el sistema diseñado por Zizou para el partido de ayer era lo más clásico y sencillo de la última década. Algo que parecía un brindis al pasado: Un 442 a la antigua usanza, con dos centrocampistas que se alternaban en el robo y subidas, dos extremos a pie natural que auxiliaban constantemente a su lateral, un delantero centro dominante en espacios y juego aéreo y un mediapunta clásico. Isco.

Bajo el mando de Isco se gestó absolutamente todo. Tras temporadas y temporadas de ver a Isco como interior izquierdo, derecho o hasta de falso 9, el malagueño se asentó en la posición que le hizo famoso y dirigió todo el frente de ataque blanco: Desde la frontal acaparaba el balón y daba sentido a las posesiones blancas, combinando en sus costados con Bale y Lucas cuando era necesario, haciendo sociedades con Marcelo cuando este me metía en la frontal, metiendo balones en profundidad a un Cristiano que desde la marcha de Ozil no tenía un socio en condiciones en la frontal, retrasando su posición cuando Modric o Kovacic querían subir a probar disparo, y bajando a defender al lateral que estuviera atacando el Atlético.

Todo esto se traducía en una superioridad aplastante en todas las zonas del campo: Los extremos tenían siempre un apoyo en el centro que les facilitase la pared para el centro, los centrocampistas se veían siempre en superioridad frente al rival, Cristiano podía hacer desmarques constantes a la espalda de Savic y Godín, y Marcelo y Carvajal veían que cada vez que les encaraban gozaban de dos y hasta tres socios para ayudarles en defensa: Su extremo, el centrocampista que cayera a su lado e Isco.

El Atlético se estaba descosiendo por momentos y llegaba tarde a cada intento de robo que pretendía. Y a todo eso marcó Cristiano. De falta. Como antes.

Ya había avisado varias veces el Madrid antes del gol, con un balón sacado sobre la línea (o detrás de ella) ante el remate santillanesco de Ronaldo, y seguiría haciéndolo hasta el descanso, la mayoría de las veces bajo el mismo ejecutor. Porque Cristiano con un mediapunta detrás se volvió a sentir como en 2012, con sus largas diagonales a la espalda de la defensa, y además con dos extremos naturales como son Gareth Bale y Lucas Vázquez, podía plantarse en el área a rematar todo lo que llegara. Pero el Madrid no sentenció y llegó el descanso.

El Atlético, como es lógico, se creció. El año pasado también empezó ganando y jugando bien el equipo blanco, y con el arreón del segundo tiempo los colchoneros sacaron un empate que muchas jornadas después quien sabe si supuso la Liga. Con igual actitud el Atlético empezó a presionar la salida blanca, se acercó al área, y aunque salvo un tiro a bocajarro de Griezman todo fueron disparos lejanos, dio la impresión de que podía encerrar al Madrid en su campo y dar la vuelta al encuentro. Pero ocurrieron dos cosas: Primero que al igual que en el clásico del año pasado, el Madrid se está volviendo experto en aguantar las avalanchas rivales, y segundo que Simeone, quien sabe si intentando “arreglar” lo de Milán, se inmoló.

Porque en aquella final de la Champions el Atlético también encerró en la segunda parte al Madrid en su campo. También les empotró contra su portería pese al genial inicio del partido de los blancos. Y empató. Y tuvo miedo a perder. Y perdió.

Aquel día el Atlético necesitaba un poquito más, a un jugador como Correa, para dar la puntilla a los blancos y no lo hizo, y ayer le metió en el mejor momento del Atlético, pero por el hombre equivocado. Si ya de por sí el doble pivote Gabi-Koke daba problemas en defensa, cuando el primero salió del campo, las puertas del Madrid se abrieron.

No podemos saber porque quitó a su capitán en vez de a Saúl, que andaba perdido en su banda y que fue un socio nulo para Koke en la medular posteriormente, pero el caso es que Isco se reactivó, Cristiano y Bale vieron los huecos y el Atlético quitó la tapa a la caja de Pandora.

En la primera escapada seria de Cristiano, Savic hizo un penalti infantil, aquellos que solía cometer el Atlético antes de que llegara Simeone en los derbis. Y poco después una carrera de Bale significó el tercer gol de Ronaldo y el hat-trick. Cristiano. Frente al rival menos esperado para esas suertes, Ronaldo había vuelto a desatarse. Quién sabe si es un punto de inflexión.

De ahí al final poco más ocurrió. El Atlético intento buscar el gol del honor, pero preocupándose más de no recibir el cuarto tanto, y Zidane sacó a Asensio, James y Karim para cumplir el expediente. Poco que decir de los cambios, salvo que Asensio dejó ciertos detalles de lujo que dan a entender que en la derecha es donde más rinde.

Y así acabó el partido, con 4 puntos de ventaja sobre los azulgrana y 9 sobre los colchoneros. El día que todos daban por muerto al Madrid (5 titulares lesionados), el equipo volvió a demostrar que en esos momentos es cuando más peligroso se vuelve.

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