I’m Forever Blowing Uralitas

“I’m forever blowing uralitas / pretty uralitas in the air”.

El Real Madrid tendría que cambiar el nombre y sustituirlo por el de Othar CD. De verdad, le viene como un traje a este club. Decía el caudillo huno Atila que “donde pisa mi caballo Othar no vuelve a crecer la hierba”. Ya sabemos que el Real Madrid es Atila, Gengis Khan, Tamerlán, Escipión Emiliano y Menelao, todos mezclados y potenciados. La nueva brutalidad del club merengue ha consistido en provocar un temporal en Galicia; obligar a la directiva del Celta y al Ayuntamiento de Vigo a dejar Balaídos en un estado cuasi-tercermundista mientras unas hermosas uralitas vuelan libres por los tormentosos cielos atlánticos; y, por último, presionar para encontrar una solución a esta situación.

“They fly so high, nearly reach the sky / and like my dreams they fade and die”.

Nadie discute que la seguridad de los espectadores es lo primero, y es precisamente eso lo que hace más reprochable la actuación del Ayuntamiento de Vigo y del Celta. Un fantástico índice del asunto lo tenéis en la cuenta de @MaketoLari, que podemos resumir en la realización de una serie de informes técnicos que indicaban que el estadio del Celta requería reformas urgentes, después de años de dejadez tras la renovación operada en el recinto para la celebración de la Copa del Mundo de 1982. Cubiertas de uralita, oxidación en el soporte metálico de aquéllas, corrosión del hormigón de la estructura… incluso se pueden citar un par de casos de personas que acabaron en el hospital tras sufrir el impacto de cascotes desprendidos de la fachada. Todo ello, por supuesto, culpa del Real Madrid. El Ayuntamiento de Vigo, en calidad de propietario del estadio, y el Celta de Vigo, que como operador del mismo tenía el derecho y el deber de hacer reparaciones urgentes, nunca hicieron nada. Balaídos era una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento… y efectivamente lo hizo cuando el Real Madrid visitaba tierras gallegas. ¿Seguridad de los espectadores? Por supuesto. Eso hace de club e instituciones los directos responsables del esperpento vivido este fin de semana.

“Fortune’s always hiding / I’ve looked everywhere”.

Durante el fin de semana, el señor Abel Caballero, alcalde de la ciudad, se paseó por diversos medios de comunicación acusando al Madrid de ser responsable de todos los males que azotan Galicia y dejando citas para la posteridad. A este respecto, confieso mi admiración por una frase dicha por este caballero en la Cadena SER durante la madrugada del sábado al domingo, que transcribo literalmente: “… estamos haciendo la remodelación integral del estadio de Balaídos… 32 millones de euros… una grada ya la cambiamos, una de ellas que es fantástica (Paco González interrumpe diciendo que es evidente que la reforma debió haber llegado antes) es evidente, es evidente… no llegué de alcalde hasta cuando llegué (sic) si llegara (sic) antes ya estaba todo hecho… ya habrían hecho las cosas”. Al margen de la curiosa elección de los tiempos verbales que hace el responsable del ayuntamiento vigués, lo cínico del asunto es que desde 2007, año en el que Caballero toma el bastón de mando, ha habido tiempo de forma para realizar las reformas.

Uralitas

Mientras tanto, el Madrid emitió un comunicado en el que afirmaba que presentó varias soluciones para poder jugar el partido en tiempo y con todas las garantías de seguridad posibles treinta horas antes de la hora fijada para la celebración del partido: reparación urgente de la cubierta (inviable, debido a que los vientos habrían supuesto un riesgo innecesario para los trabajadores); cierra de la grada afectada (inviable también, ya que los trozos de uralita podrían haber impactado en jugadores o espectadores de las gradas abiertas) o la disputa del partido en otro estadio. El mismo reglamento de la LFP obliga a los clubes a tener un estadio alternativo a treinta kilómetros, por lo que la solicitud del Madrid era justa. Por desgracia, los clubes de 1ª División que cumplen esta norma se cuentan con los dedos de una mano, así que fueron propuestos estadios como el impresionante Municipal de Braga (a 107 kilómetros); el vetusto San Lázaro de Santiago de Compostela (a 94 kilómetros) o el funcional Municipal de Pasarón, en Pontevedra (a 32 kilómetros). Todos ellos con una capacidad superior a los 10.000 espectadores y situados a una hora o menos en coche desde Balaídos. Estas medidas, rechazadas por el orgullo o la ceguera de las instituciones y del club rival, han provocado una sobrecarga infernal en el calendario del Madrid, que lucha por mantener el liderato con dos partidos menos; partidos aplazados en estadios “complicados”.

“I’m forever blowing uralitas / pretty uralitas in the air”.

Uralita, nombre comercial ahora asociado a un material en general, es el nombre de moda esta semana. La pregunta está en el aire, nunca mejor dicho: y ahora, ¿qué? Al margen de que soy firme partidario de ajustar la asignación del Celta de derechos televisivos para la temporada que viene en relación con el maravilloso show con el que nos ha deleitado, me aventuro a proponer, humildemente, la instauración de una nueva tradición cuando jueguen como local los celestes. Las tradiciones son importantes, pues suponen una forma de comunión global de toda una comunidad, y en este caso, se hará con elementos a los que ya nos hemos habituado. Cuando el West Ham juega, mientras se toca ese afamado himno que compara los sueños de la gente con las burbujas que flotan en el aire y se desvanecen, son soltadas por el recinto (antes el centenario Boleyn Ground, desde año en el Estadio Olímpico de Londres) miles de estas pequeñas y frágiles esferas jabonosas, dando un ambiente y colorido emocionantes. Adoptando esta idea a la tradición celtarra, se podría modificar el himno del equipo (en este artículo se ha incluido una sugerencia) y mientras los equipos salen al campo, que de los tejados del estadio caigan miles de placas del famoso material. Sería una mierda, sí, pero una mierda divertida.

“¡Celta!” (palmeo del público) “¡Celta!” (palmeo del público).

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