No hay peros

El día 21 de mayo de 2023 será un día que pasará a la historia de nuestro fútbol, al menos hasta dentro de dos semanas, que se repetirán los hechos acontecidos en Mestalla porque no habrá institución alguna, federativa o gubernamental, que habrá hecho nada por evitarlo.

Durante muchos años, ya décadas, la afición del Valencia que acude a Mestalla ha demostrado ser la más tóxica del panorama nacional. Podemos hablar del Frente Atlético, de los Biris o de la abuela que fuma, pero ninguna de ellas cuenta con un respaldo tan unánime como la que tienen los deshechos humanos que se sientan en la Grada Mario Kempes, y que, partido tras partido, vomitan sus soflamas de odio como si fuera la única actividad que se puede realizar en ese estadio.

Del calvario que ha sufrido Vinicius Junior desde que llegó a España poco voy a hablar. Cómo, “misteriosamente” ha pasado de ser “Ficticius”; “el niñato del Castilla que valía 45 millones”; “el que tiene la pintura en el culo” y a jugar en auténticos patatales repletos de homínidos pseudoevolucionados en los que admitía el mordisco como táctica defensiva legal; a esto que estamos viviendo ahora. Sinceramente, si este agosto el brasileño llegara con una oferta para marcharse, ni yo ni nadie podríamos reprocharle absolutamente nada.

Mención aparte merecen dos colectivos. En primer lugar, me quiero detener en algún político de “la ciudad del Turia” que, autodefiniéndose de izquierdas y haciendo del antirracismo su bandera, no ha dudado en atacar a la víctima, y no al agresor.

Asimismo, hay que hablar del colectivo juntaletras. Quizás, a estas alturas de la película, es mucho pedir que no tengamos periodistas de bufanda que se comportan como auténticos hooligans (y no, aunque Pedrerol sea el máximo exponente actual, no fue el primero en ello, ni el mejor; sobre esto, mejor pensar en ese siniestro personaje radiofónico al que muchos profesionales del ramo llaman “maestro”). A estas alturas, con que no laven la cara de hechos inadmisibles me conformo, aunque sea mucho pedir.

También me gustaría detenerme en esos “personajes” “de broma” que pululan los platós. Ya está bien. Efectivamente, hay que ser rematadamente imbécil para tomarlos en serio, pero ¿sabéis qué? Que hay gente que es rematadamente imbécil, y un día vamos a tener una desgracia mucho peor que las que estamos viendo ahora, y habrá que pedir responsabilidades legales. Que no. Que era bromis. Que te lo juro por Snoopy. Mira, si eres tan adulto como para acosar a un niño de 19 de años, lo eres para apechugar con el monstruo que has creado.

Asimismo, no me quiero olvidar del presidente de la Liga de Fútbol Profesional. Yo entiendo que tuitear puede ser una actividad que consume mucho tiempo, pero alguien debería avisarle de que la competición que él preside (y de la que presume que tanto ha crecido desde que él está al mando) ha conseguido ampliar la diferencia con la Premier League, en lo referente a ingresos, y reducirla con la Bundesliga.

Espero que algún día se digne a explicar cómo es posible que “la mejor Liga del mundo” del deporte más popular del mundo ingrese menos por derechos televisivos que la liga norteamericana de hockey sobre hielo.

Pero no vengo hoy a hablar de la nefasta gestión, en general, de este personaje. Hasta el momento de escribir estas líneas, el único comentario público que hemos leído o escuchado de este individuo es decir que “Vinicius está mal informado”. Puede ser, pero que yo sepa, tal y como ha explicado el presidente de la FIFA al respecto, existe un protocolo que se ha de poner en funcionamiento cuando se detecte el más mínimo atisbo de actitudes como las de Mestalla. ¿Hizo algo la Liga? Nada, más allá de intentar defender la indefendible imagen de un producto que hace años está herido de muerte.

Al final, todo se reduce a una conjunción adversativa: “pero”. “Yo no soy racista, pero…” “Me parece intolerable lo de Vinicius, pero…”. Sí, amigo, asúmelo. Eres tan racista como el tipo que llama “mono” a un jugador del equipo contrario, y el hecho de que haya jugadores con otras tonalidades de piel en tu equipo no te hace menos racista (únicamente demuestra que, además, tienes la complejidad de un chupete: eres racista con los que te caen mal). Eres como esa gente que dice no ser machista porque tiene madre (?).

Así que, como despedida, tengo dos mensajes para el lector que haya leído estas líneas y se haya sentido ofendido, y que intentaré exponer en un idioma sencillo y claro adaptado a su falta de neuronas:

  1. La única frase aceptable que puede venir detrás de esa conjunción es un “soy tremendamente gilipollas”. Así, mucho mejor. “Me parecen intolerables los insultos a Vinicius, pero soy tremendamente gilipollas”. ¿Ven que bien?
  2. Ahórrense valoraciones sobre lo woke que es o deja de ser el autor o el artículo. De verdad. Todo lo que van a conseguir es que el suscribe les mande a sorber una parte de su anatomía.

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