El dominio de Pepe

Existen ocasiones donde un jugador cambia la historia de un club de fútbol sin ser necesariamente el mejor de su historia. Normalmente es a través de la salsa del fútbol: los goles, y esto en el Real Madrid es de sobra conocido.

Fue Marquitos Alonso, y no Di Stefano o Gento, quien sentenció aquella primeraCopa de Europa en 1956. Fue Mijatovic y no Raúl,  Hierro o Roberto Carlos quien marcó el gol de la Séptima. Grandísimos jugadores, pero no el alfa y el omega de aquellos conjuntos. El gol lo cambia todo.

Sin embargo, hay quienes han cambiado la historia de un club sin marcar para ello un gol. Es más, ni siquiera evitándolo en un partido concreto o a lo largo de un año. Sino cambiando totalmente la manera de defender, y por ende atacar de un equipo. Ese jugador, en la historia moderna del Real Madrid, es Pepe.

Pepe no es el mejor central de la historia del club. Sergio Ramos y Fernando Hierro se debaten ese honor. Seguramente tampoco sea el tercero, ya que el bueno de José Emilio Santamaría seguramente merece tal consideración. Pepe entra en otra categoría, junto con Goyo Benito, Manolo Sanchís o Jacinto Quincoces, en ese batiburrillo por el cuarto puesto. Seguramente lo sea, igual hasta con cierta ventaja con el quinto, pero ese es otro debate.

Lo que hizo Pepe, cuando llegó aquel verano de 2007, fue cambiar no únicamente la forma en la que defendía el equipo de Bernd Schuster, sino todo el Real Madrid como conjunto desde ese punto hasta la actualidad así como el perfil de central que el club intentaría reclutar en adelante.

La maldición del central fue algo que el club arrastró, ya fuera de manera verídica o en el imaginario colectivo, desde la retirada de Benito. Con su salida, el club tuvo grandísimos centrales, algunos de los cuales rindieron de forma excelente (Manolo Sanchís, Ricardo Rocha, Rafael Alkorta, Antonio Maceda o un tal Fernando Hierro) y otros no tan bueno (los reputados Walter Samuel, Oscar Ruggeri o Fabio Cannavaro entre otros), pero siempre había un problema defensivo de fondo.

A la hora de la verdad, los delanteros rivales solían siempre encontrar los resquicios en aquel conjunto casi siempre ofensivo hasta lo suicida. Siempre había jaleo. Un técnico concreto, como Capello en 1997, podía paliarlo durante un tiempo. Un jugador concreto, como Fernando Hierro (o en menor medida aquel breve Maceda), podía disimularlo. Incluso, algunas parejas sueltas como Sanchís-Tendillo, Hierro-Sanchís o Hierro-Alkorta podían parecer insuperables
alguna temporada. Pero el problema de fondo existía. Hasta Pepe.

Porque Pepe permitiría al Real Madrid hacer algo que nunca había hecho. Que su defensa se pudiese plantar sin miedo en la medular. El luso, fuera quien fuera su acompañante, permitía al conjunto blanco vivir a 40 metros de su portero sin que ello fuera de por sí un suicidio. Podía acabar siéndolo, claro está, pero para ello tenías que superar a Pepe. Y para ello o tenía uno de sus días “cafres” o tenías que ser muy bueno. Rematadamente bueno. Tan bueno que ni Messi lo lograba con continuidad.

 

No nos engañemos, el concepto de central veloz no era algo novedoso. Años antes el pobre Queiroz había colocado a Raúl Bravo de central precisamente por su velocidad. Y Heinze, fichado a la vez que Pepe, también tenía un punto en carrera atípico para la época. Pero no eran, ni por asomo, lo que significó Pepe.

Pepe se comía al delantero rival. Lo empujaba, por tierra, mar y aire, hasta la posición donde más fácilmente le arrebatarían el balón. La sensación era que cuantos más metros hubiera hasta el portero, más fácilmente defendería el luso la jugada, más opciones tendría de recuperarse y obligar al atacante a tomar una mala decisión.

El Madrid, históricamente, se partía en el día a día. Los delanteros no bajaban, los centrales se aculaban más y más en su área y el centro del campo era una explanada donde únicamente los elegidos (Redondo, Makelele) sobrevivían.

Con Pepe eso dejó de ocurrir. La defensa adelantaba líneas hasta la medular y ésta quedaba más cerca de los delanteros. La recuperación era rápida y la capacidad de remontar un partido sin miedo a ser destruido en transición se multiplicaba. El Madrid podía ahogar al rival sin miedo a ser “vacunado” en los despistes.

Pero Pepe no se quedó sólo ahí, eso fue su primera versión, aquella llegada por más de 30 millones del Oporto cuando todavía alternaba frecuentemente la defensa con la medular. Tras su gravísima lesión en 2009 y la llegada de Mourinho, perdió un puntito de ligereza física para ganar contundencia y crecer en personalidad. Pepe se convirtió en un coloso que hubiera sido alfa y omega en la historia de los defensas del club de no ser porque como pareja de central comenzó a alinearse un lateral de pelo suelto que tendría la Copa de Europa como cortijo. Un tal Sergio Ramos.

Sin embargo, Pepe aún tenía una lacra que solía costar disgustos al equipo: La defensa en área propia. Su exceso de ímpetu y una sorprendentemente limitada capacidad para chocar y cuerpear dentro del área pequeña quedó expuesta en aquel fatídico duelo ante Lewandowski en 2013. Pepe había sido devorado en el cuerpo a cuerpo contra el polaco, y con el equipo encerrado en su área, nunca pudo encontrar situación en la que llevar el duelo a su terreno.

Parecía que ese podía ser el fin de Pepe en el Real Madrid, pero la salida de Mourinho y la llegada de Ancelotti cambiaron el panorama para el luso. Otros entrenadores habían intentado que ese duelo individual en el área lo llevase a cabo el acompañante del portugués. Cannavaro, Heinze, Carvalho o el mismo Ramos (centrales todos ellos más bajitos y compactos) eran quienes marcaban el territorio dentro del área pequeña. Fuera era territorio de Pepe.

Pero Ancelotti, lejos de agitar al luso como hizo Mourinho, calmaría las aguas. Pepe se volvió más pausado, más comedido en sus decisiones cerca de la portería. Lejos de ella, como siempre, era un tiburón que con dos dentelladas alejaba el peligro de la portería de Casillas, pero dentro puso un punto de pausa en su juego que antes no existía. No siempre funcionó, como en aquella final de 2016 donde arrolló como en viejos tiempos a Fernando Torres y regaló un penalti que casi costó caro al Madrid, pero sus prestaciones mejoraron enormemente.

Aquellas semifinales ante el Bayern de Guardiola de 2014 son el ejemplo perfecto de ello. Lo lógico era emplear la velocidad a campo abierto de ambos zagueros para intentar achicar al equipo alemán, pero se decidió aguantar en área propia. Ramos y Coentrao eran maestros en ese arte, pero Pepe y Carvajal dejaban dudas. Dudas que quedaron despejadas tras 90 minutos en los que el luso borraría de la memoria lo ocurrido ante el Borussia un año antes
y donde Carvajal mostraría en aquel duelo ante Ribery lo que hoy en día sigue siendo.

Sin embargo, el tiempo y lesiones pasan factura a todos, y la personalidad del portugués le jugó una mala pasada en 2017 frente a una directiva que quizás cometió un error de bulto. Con la treintena cumplida y en un año donde las lesiones le dejaron como cuarto central en minutos por detrás de Ramos, Varane y hasta Nacho.

Con el contrato a punto de vencer, el club ofreció la habitual renovación de un año con otro opcional, a lo que Pepe exigió mínimo dos fijos. El club, como acostumbra, se negó en rotundo y el luso acabó saliendo por la puerta de atrás, en una decisión que, a día de hoy, seguramente ambas partes se arrepienten haber de tomado.

Para ser justos, sí que hubo un pecado que Pepe jamás logró enmendar. Y es que su juego con balón siempre fue bastante pobre. Su salida raramente era limpia, su conducción temeraria y su capacidad para girar sobre sí mismo un riesgo que hasta en la última Eurocopa hemos visto en directo.

Al final, presionar a Pepe salía gratis a los rivales, ya que solía acabar con un balonazo en largo a ninguna parte donde únicamente la velocidad de los Cristiano, Bale, Robben y compañía lograba paliar de cuando en cuando. Aún así, su pareja de baile, ese tal Sergio Ramos, o los Xabi Alonso, Toni Kroos, Luka Modric o Guti, que solían acompañar por delante al portugués, normalmente solventaban esa papeleta.

Pero ese no fue el final de la influencia de Pepe en el Madrid, ya que esa manera de defender cambió el mercado de fichajes del club de forma irremediable. Aún se ficharían algunos centrales de un perfil más “ordinario” para la época tras su llegada: Así eran Albiol o Garay, centrales más pesados y quizás mejor dotados con balón. También Carvalho, quien pese a ser muy veloz en su juventud, ya no tenía la capacidad de correr hacia atrás de la misma manera.

Pero con la llegada de Mourinho y el establecimiento de Pepe como parte indiscutible de un sistema y no sólo como una pieza ganadora más (como hicieron Schuster o Juande Ramos), la política cambió. Varane, prodigio en velocidad y campo abierto y con el extra de una finura en el juego que sólo su falta de agresividad tapaba, fue el siguiente en caer y en funciones quien acabó sustituyendo a Pepe.

Nacho, central con una velocidad punta que superaba a la del luso aunque su envergadura le jugase en ocasiones malas pasadas, también fue promocionado al primer equipo. Alaba también llegaría al club, con un juego impecable y que pese a su escasa corpulencia, lo compensaba con una capacidad en carrera sólo inferior a la del canterano.

Y qué decir de Militao o Rudiger, fotocopias a su manera del portugués que además solventaban cada uno una carencia del bueno de Pepe. Y es que Militao, con su impecable desplazamiento en largo, corregía la incapacidad del portugués de sacar el balón limpio, mientras que Rüdiger, además de ser una gacela a campo abierto, es un tanque dentro del área al que todavía no hemos visto ser devorados por un “9”.

Todos ellos centrales que no existirían sin que el luso hubiera pasado por el club. Hasta el bueno de Vallejo, quizás la decepción de,la zaga en la época Florentino 2.0, fue fichado por esa capacidad de comer metros en velocidad.

Y así seguirá el Madrid, peinando el mercado no en busca de los nuevos Sergio Ramos o Fernando Hierro, porque  de esos apenas encontrarás dos o tres en la historia y no puedes anticiparlos, pero sí los nuevos Pepes. Centrales que permitan al Madrid, como en estos últimos 15 años, vivir en campo contrario sin miedo.

1 comentario en «El dominio de Pepe»

  1. Pepe era un enorme compañero. Todo aquel que se metía con uno di noi se llevaba su recadito.
    Vinicius hubiera tenido en él su gran defensor.

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